Al componer nuestros diseños, hemos de conocer cuáles son los efectos psicológicos que producen y cómo debemos elegir y combinar nuestra gama para que esa comunicación emocional resulte positiva o, de otro modo, corremos el riesgo de que nuestra página web luzca como el chándal de la selección olímpica de España en Londres 2012.
Si bien es cierto que el color es un arma de comunicación, también lo es que podemos prescindir de él. Hay periódicos, películas, libros, fotografías y hasta páginas web en blanco y negro que cumplen sobradamente su objetivo y que incluso pueden ser estéticamente impactantes.
El color, en su más amplia acepción, tiene tres dimensiones básicas:
- Tono: se trata de la propiedad que hace distintos a los colores entre sí. Los primarios son el amarillo, el rojo y el azul; siendo el verde, naranja y violeta los secundarios.
- Saturación: es el grado de pureza de un color con respecto al gris. Por ejemplo, tus pantalones vaqueros tienen un azul menos saturado después de unos cuantos lavados.
- Luminosidad: indica cuan brillante u oscuro es un color.
- Complementarios: úsalos sin miedo para crear contraste. Por ejemplo, el violeta y el amarillo. Otra opción menos drástica consiste en elegir un color y los dos más cercanos de su complementario.
- Análogos: son los dos adyacentes en la rueda. Mezclados, que no revueltos, son una apuesta segura.
- Tríadas: se consiguen seleccionando tres colores equidistantes entre sí, por ejemplo, los tres primarios constituyen una tríada. Se trata de una mezcla equilibrada.
Para terminar, un último consejo: no llenes de colorines tu página sin ton ni son. Aparte de que corres un significativo riesgo de que te quede una horterada, a tus visitantes les costará centrar el foco en lo verdaderamente importante y se les cansará la vista. Hazme caso, la humanidad te estará agradecida.
El color es subjetivo: cada persona, dependiendo de sus rasgos culturales o sociales, su estado de ánimo u otras circunstancias personales, lo va a interpretar de manera distinta. De hecho, el pigmento ni siquiera es una propiedad intrínseca de un objeto. Desde este punto de vista (nunca mejor dicho), el color no existe y es sólo la forma que nuestra retina (y cerebro) tiene de percibir las cosas, dependiendo de la longitud de onda de la luz reflejada. En realidad, yo me alegro de que así sea porque para ser algo inexistente, coloreado queda el mundo bastante chulo, ¿no crees?
Los ordenadores actuales disponen de una paleta de más de dieciséis millones de colores. Demasiadas opciones. Son tantos que ni siquiera las mujeres han sido capaces de ponerles nombres a todos. Pero no te preocupes, la mayoría son indistinguibles para la vista y además, cómo se represente un color en la pantalla va a depender de qué modelo de computadora, tarjeta gráfica o pantalla tengas, de qué sistema operativo y navegador estés usando o de cómo hayas calibrado tu monitor. Este aspecto es de gran importancia cuando se diseñan páginas web corporativas, ya que tu cliente puede que se ponga un poco tiquismiquis a la hora de representar un color determinado, coincidente con un código Pantone de su libro de estilo corporativo. Si bien en un folleto impreso podemos reproducir una tonalidad con bastante precisión, al trabajar para un medio digital, tendremos que conformarnos con aproximaciones.
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